Cactus y una Oruga.

Hola... Me olvidé de comentarte la semana pasada que antes de despedirme del “loco de la colina”, éste me dejó una profunda reflexión que el día de hoy quisiera compartir contigo.

Son estos tiempos de muchas preocupaciones, así te lo relataba el domingo pasado, pero no sólo de preocupaciones, sino de tiempos en los cuales hemos ido perdiendo paulatinamente el valor de la PERSEVERANCIA que, traducido a un lenguaje real, vendría ser aquello que refiere a la falta de paciencia que tenemos ante los acontecimientos de la vida. Me parece que muchos de nosotros no
sabemos esperar y todo lo apuramos de manera tal, que sufrimos horrores pensando que las cosas no nos salen bien, cuando en realidad si supiéramos esperar el momento propicio, nos daríamos cuenta de que en esta vida todo tiene
su momento. Y a nuestro espíritu impetuoso no le vendría mal un breve descanso para ver cómo todo se va ajustando en el tiempo y en el espacio que se necesita.

El “loco de la colina” me contó que siendo él joven y apresurado por vivir, le pidió a Dios que le concediera dos cosas bellas que pudiera admirar. Escuchó de Dios que le decía: -Te voy a regalar una flor y una mariposa. Por supuesto que son dos bellos regalos, pero sucedió algo extraño -me contaba el “loco de la colina”-, recibí un cactus y una oruga.

Confundido y molesto con Dios le dije que no tenía derecho a burlarse de mí; sin embargo, Dios me sonrió y me dijo: -Sé prudente y espera. Pasó el tiempo y aquella oruga se transformó en una bella mariposa y aquel cactus me dio la más bella flor que jamás haya visto en la naturaleza a lo largo de mi vida.

Al escuchar a mi amigo y observar a mi alrededor me di cuenta que muchos de nosotros hemos colocado el tiempo como nuestro peor enemigo, cuando en realidad es uno de los maravillosos regalos que Dios nos da para que sobre él pintemos con los más bellos colores de nuestras experiencias personales, el más genuino cuadro que jamás el ser humano haya podido dibujar.

Ya que Dios nos ha regalado tantas cosas, tengamos la prudencia y la paciencia de saber ubicarlas y valorarlas en nuestras vidas.

Pienso en ti y te propongo en esta oportunidad un reto: La PRUDENCIA y la PACIENCIA.

Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!

Nuestros Temores son Imaginarios

Hola... Te cuento que en esta ocasión no fui al parque para encontrarme con mi amigo el “loco de la colina”, sino que al atardecer del día martes de esta semana, se apareció casi por sorpresa en mi oficina.

La verdad que este martes fue un día cargado de sorpresas y sinsabores, por lo que se cumple aquella frase que dice: “Nuestros ojos son el reflejo de nuestras almas”. Por lo tanto, si nuestros ojos están tristes y apagados, no cabe duda que nuestras almas están tristes y apagadas.

¿Qué te pasa Pablo? Me dijo mi amigo el “loco de la colina”. -Bueno, amigo mío, tengo problemas, estoy preocupado y la verdad que no sé cómo resolverlos, le contesté.

Escúchame con atención, me dijo: -En una oportunidad, un león se aproximó hasta un río de aguas cristalinas para calmar su sed y, al acercarse a las mismas, vio su rostro reflejado en ellas y pensó: ¡Dónde me he metido! Estoy en los territorios de otro león, tengo que tener mucho cuidado con él. Atemorizado se fue, pero al poco rato la sed se le hacía más fuerte y no le quedó otra que regresar al río. Lo hizo y al instante de acercarse a las aguas, vio reflejado en ellas a otro león. ¡No se había ido! -pensó-; y la verdad que, si bien es cierto su sed era enorme, su miedo y temor hacia aquel león, le impedía tomar un sorbo de agua para calmar su sed, por lo que pensó: -Antes de pelear y meterme en problemas,
veré cómo aguanto mi sed; y se fue.

Pero como hay cosas en la vida en las cuales la naturaleza es más fuerte que los pensamientos, por tercera vez nuestro león -me dijo el “loco de la colina”- se dirigió al río con la intención de entablarle pelea y, al abrir sus fauces, comprobó que el otro león también abría su boca amenazadora. Demás está decirte, estimado amigo, que el león no quiso plantear batalla y se fue. Hasta que se armó de valor, se acercó al río, tomó firmemente la decisión de beber agua por lo que metió su cabeza en el río y en ese momento desapareció el otro león.

Mi querido amigo lector, muchos de nuestros temores son imaginarios y sólo cuando tenemos el coraje y la valentía de enfrentarlos, éstos desaparecen. No dejemos que nuestra imaginación descontrolada usurpe el lugar de la realidad y nos perdamos en los temores ficticios a los cuales, a muchos de nosotros, nuestra veloz mente nos lleva con demasiada frecuencia.

Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!

Santa Misa con el Santo Padre

Hola... Durante semanas estuve esperando el día de hoy para contarte una de las vivencias personales que, por imborrables, serán para mí siempre un motivo de satisfacción.

El año 1985, en el mes de setiembre, estuve en la ciudad de Roma haciendo un Cursillo de Teología; me encontraba en la Casa Generalicia, vale decir, donde vive el Superior Mayor de los Agustinos junto con su Consejo. Al lado de esta Casa está el Patrístico Agustiniano en donde se forman los Sacerdotes Agustinos, a la vez que se dictan Cursos para aquellos que vivimos en otras partes del mundo. Participé en uno de ellos y desde mi habitación veía perfectamente los aposentos del Santo Padre.

En esa época Juan Pablo II invitaba, a las 7.00 a.m., de lunes a viernes, a un grupo de veinte personas, aproximadamente, a celebrar con él la Eucaristía en su Capilla Privada y algunas de ellas pasaban al comedor para tomar desayuno con el Santo Padre.

Es fácil entenderme si te digo que uno de mis sueños era celebrar la Santa Misa con el Santo Padre. La oportunidad llegó. Era jueves y antes de las 7.00 a.m. cruzamos la Plaza de San Pedro e ingresamos por la Puerta de Santa Ana, donde los guardias suizos nos esperaban para conducirnos a la Residencia de Juan Pablo II. El recorrido es extraordinario, pero más lo es saber en ese instante que a muy pocos metros y en muy pocos minutos estaría celebrando la Misa con el Santo Padre. Ingresamos a la Capilla Privada y el primer momento fascinante es encontrar en el centro, todo vestido de blanco, al Santo Padre. Él ha estado allí de rodillas desde antes de la 6.00 a.m. Se inicia la Santa Misa en latín, miras y simplemente alargando la mano puedes tocar al Papa. Todo ello es único, irrepetible e inolvidable.

En un momento dado de la Eucaristía, después de la Consagración, el Santo Padre parte la Hostia en dos y elevándola dice: “Este es Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; dichosos los llamados a esta Cena. En ese momento miré fijamente al Papa y a la Sagrada Hostia, y como una ráfaga de claridad mi mente entendió que en esta y en todas las Cenas ESTÁ CRISTO y que yo siempre he sido invitado a estar con Él.

Tengo más que contarte, pero hoy te dejo con esta frase: “CRISTO ESTÁ PRESENTE EN CADA EUCARISTÍA”.

Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!