Nuestros Temores son Imaginarios

Hola... Te cuento que en esta ocasión no fui al parque para encontrarme con mi amigo el “loco de la colina”, sino que al atardecer del día martes de esta semana, se apareció casi por sorpresa en mi oficina.

La verdad que este martes fue un día cargado de sorpresas y sinsabores, por lo que se cumple aquella frase que dice: “Nuestros ojos son el reflejo de nuestras almas”. Por lo tanto, si nuestros ojos están tristes y apagados, no cabe duda que nuestras almas están tristes y apagadas.

¿Qué te pasa Pablo? Me dijo mi amigo el “loco de la colina”. -Bueno, amigo mío, tengo problemas, estoy preocupado y la verdad que no sé cómo resolverlos, le contesté.

Escúchame con atención, me dijo: -En una oportunidad, un león se aproximó hasta un río de aguas cristalinas para calmar su sed y, al acercarse a las mismas, vio su rostro reflejado en ellas y pensó: ¡Dónde me he metido! Estoy en los territorios de otro león, tengo que tener mucho cuidado con él. Atemorizado se fue, pero al poco rato la sed se le hacía más fuerte y no le quedó otra que regresar al río. Lo hizo y al instante de acercarse a las aguas, vio reflejado en ellas a otro león. ¡No se había ido! -pensó-; y la verdad que, si bien es cierto su sed era enorme, su miedo y temor hacia aquel león, le impedía tomar un sorbo de agua para calmar su sed, por lo que pensó: -Antes de pelear y meterme en problemas,
veré cómo aguanto mi sed; y se fue.

Pero como hay cosas en la vida en las cuales la naturaleza es más fuerte que los pensamientos, por tercera vez nuestro león -me dijo el “loco de la colina”- se dirigió al río con la intención de entablarle pelea y, al abrir sus fauces, comprobó que el otro león también abría su boca amenazadora. Demás está decirte, estimado amigo, que el león no quiso plantear batalla y se fue. Hasta que se armó de valor, se acercó al río, tomó firmemente la decisión de beber agua por lo que metió su cabeza en el río y en ese momento desapareció el otro león.

Mi querido amigo lector, muchos de nuestros temores son imaginarios y sólo cuando tenemos el coraje y la valentía de enfrentarlos, éstos desaparecen. No dejemos que nuestra imaginación descontrolada usurpe el lugar de la realidad y nos perdamos en los temores ficticios a los cuales, a muchos de nosotros, nuestra veloz mente nos lleva con demasiada frecuencia.

Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!

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