Santa Misa con el Santo Padre

Hola... Durante semanas estuve esperando el día de hoy para contarte una de las vivencias personales que, por imborrables, serán para mí siempre un motivo de satisfacción.

El año 1985, en el mes de setiembre, estuve en la ciudad de Roma haciendo un Cursillo de Teología; me encontraba en la Casa Generalicia, vale decir, donde vive el Superior Mayor de los Agustinos junto con su Consejo. Al lado de esta Casa está el Patrístico Agustiniano en donde se forman los Sacerdotes Agustinos, a la vez que se dictan Cursos para aquellos que vivimos en otras partes del mundo. Participé en uno de ellos y desde mi habitación veía perfectamente los aposentos del Santo Padre.

En esa época Juan Pablo II invitaba, a las 7.00 a.m., de lunes a viernes, a un grupo de veinte personas, aproximadamente, a celebrar con él la Eucaristía en su Capilla Privada y algunas de ellas pasaban al comedor para tomar desayuno con el Santo Padre.

Es fácil entenderme si te digo que uno de mis sueños era celebrar la Santa Misa con el Santo Padre. La oportunidad llegó. Era jueves y antes de las 7.00 a.m. cruzamos la Plaza de San Pedro e ingresamos por la Puerta de Santa Ana, donde los guardias suizos nos esperaban para conducirnos a la Residencia de Juan Pablo II. El recorrido es extraordinario, pero más lo es saber en ese instante que a muy pocos metros y en muy pocos minutos estaría celebrando la Misa con el Santo Padre. Ingresamos a la Capilla Privada y el primer momento fascinante es encontrar en el centro, todo vestido de blanco, al Santo Padre. Él ha estado allí de rodillas desde antes de la 6.00 a.m. Se inicia la Santa Misa en latín, miras y simplemente alargando la mano puedes tocar al Papa. Todo ello es único, irrepetible e inolvidable.

En un momento dado de la Eucaristía, después de la Consagración, el Santo Padre parte la Hostia en dos y elevándola dice: “Este es Cristo, el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo; dichosos los llamados a esta Cena. En ese momento miré fijamente al Papa y a la Sagrada Hostia, y como una ráfaga de claridad mi mente entendió que en esta y en todas las Cenas ESTÁ CRISTO y que yo siempre he sido invitado a estar con Él.

Tengo más que contarte, pero hoy te dejo con esta frase: “CRISTO ESTÁ PRESENTE EN CADA EUCARISTÍA”.

Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!

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