Semana Santa

Hola... Pienso que esta semana que acaba de concluir ha sido una de las más
luminosas de lo que va del presente año. Si me permites te contaré que en torno a
las 6.00 de la mañana he podido disfrutar de unos bellos amaneceres y que,
paulatinamente, con el paso de los minutos el sol iluminaba nuestra triste y
nebulosa Lima, dejando un azul en el cielo de increíble belleza. Te lo puedo contar
porque a esa hora, en la pista atlética del colegio, desarrollo algunas actividades
deportivas y dando vueltas puedo disfrutar del reciente nacimiento y claridad del
nuevo día, a la vez respiro un aire puro que, a lo largo del día, se va enrareciendo.

Uno de estos días, al terminar mi jornada, me dirigí a la azotea de la vivienda de los sacerdotes. Era de noche, la ciudad comenzaba a dormir y me encontré con un panorama de una extraordinaria belleza, algo que en verdad en Lima suele ser muy difícil verlo. La noche estaba oscura; en el cielo observé una luna en cuarto creciente y en el firmamento -repito- como en muy pocas veces, se distinguían una infinidad de estrellas. Por el largo espacio de la azotea caminaba y pensaba sobre los próximos días que vamos a vivir: SEMANA SANTA. También pensé en ese instante, mirando la luna, que hace cerca de dos mil años, esa misma luna que estaba viendo, fue la que Jesús veía en Jerusalén en la semana de su Pasión y Muerte. Los judíos no tenían reloj, las estaciones y las medidas de los tiempos se hacían a través de los ciclos lunares. Por ello, pienso que para Jesús como para todos los judíos, al medir sus tiempos lo hacían mirando la luna, a esa misma luna que yo estaba viendo en ese momento. Me imaginé cómo Jesús, hace dos mil años, viendo esa luna se daba cuenta de que pronto sería luna llena y cuando eso llegara, Él tendría que vivir los momentos más angustiosos de su vida en este mundo.

Sabía que se acercaba una entrada triunfal en Jerusalén (Domingo de Ramos).
Sabía que cuando la luna estuviese llena y era poco lo que faltaba, sentiría la nostalgia de que muy poco de su evangelio iba a fructificar en tierra firme: El recuerdo de su Última Cena (Jueves Santo), la noche amarga de la traición, de juego político y el doloroso amanecer del Viernes Santo, su condena a muerte en una cruz.

Pensaba en todas esas cosas y a través de la luna que estaba viendo, me unía a la Pasión de Nuestro Señor Jesucristo. Pudiera darse el caso y, al igual que yo, esta noche donde estés y levantes tus ojos al cielo, puedas también ver la luna en su camino hacia luna llena y te unas a la PASIÓN y MUERTE DE NUESTRO SEÑOR JESUCRISTO, al mismo tiempo que te comprometas a vivir esta SEMANA SANTA como la vive un cristiano comprometido.

Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos
bendiga!

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