Hola... En este momento, al escribir estas líneas, es mediodía; el sol apenas ha comenzado a salir hace dos horas. En la mañana, muy temprano, he trotado con cientos de personas respirando el aire puro, en un paisaje muy bello, teniendo una experiencia maravillosa.
Ya en mi casa, en la oficina de la Parroquia Nuestra Señora del Consuelo, he podido conversar con varias personas. Fui a darle la Unción de Enfermos a una señora cuya enfermedad es terminal. Posteriormente, fui a una casa de reposo de ancianos donde recé ante el cuerpo inerte de alguien que había fallecido a tempranas horas de la mañana y les di la Unción de Enfermos a dos ancianitos. Es la vida de una Parroquia que, sin lugar a dudas, después de celebrar 31 años como Sacerdote, la verdad nunca había entrado en este ritmo que conlleva bellos momentos de mi Sacerdocio.
Es mediodía y sentado en la silla de mi oficina observo en un enorme ventanal que da al jardín: árboles, plantas y una frondosa vegetación que me hace pensar en las cosas bellas y bonitas de la vida.
Justamente, encima de mi escritorio, observando la belleza de la vista que me proporciona el ventanal de mi oficina, tengo una oración que acabo de leer y quiero, si tú me lo permites, que esta noche, antes de acostarte, la reces:
“Peregrino y enfermo vuelvo a Ti, Dios mío, cansado de peregrinar fuera de Ti, y agobiado por el grave peso de mis males. Lo he visto; lo he experimentado: lejos de Ti no hay abrigo, ni descanso, ni bien alguno que sacie los deseos del alma que creaste.
Ábreme las deseadas puertas de tu casa; perdóname; recíbeme; sáname de todas mis enfermedades; úngeme con el óleo de tu gracia, y dame el ósculo de paz que prometiste al pecador contrito y humillado. ¿A quién, sino a Ti, clamaré, desde el profundo abismo de mis males, oh Dios mío y Misericordia mía?
Como el ciervo herido desea la corriente de las aguas, así mi alma corre a Ti, sedienta de tu amor, y desea tu rostro amabilísimo.
¡Oh Verdad! ¡Oh Belleza infinitamente amable de Dios! ¡Cuán tarde te amé!, ¡cuán tarde te conocí! y ¡cuán desdichado fue el tiempo en que no te amé ni conocí!
Mis delitos me han envejecido; mis culpas me han afeado y mis iniquidades me han sobrepujado, como las olas del mar, por encima de mi cabeza; mas, al fin, te amo y te conozco, Bien sumo y Verdad suma, y con la luz que Tú me das me conozco y me aborrezco, pues yo he sido el principio y la causa de todos mis males”.
No te olvides de rezarla esta noche.
Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!
No hay comentarios:
Publicar un comentario