Nuestra Madre, la Virgen

Hola... El domingo pasado me despedía de este lugar especial de la historia personal de mi vida, que es el pueblo donde nací: León, España. A la vez, hoy estamos celebrando una de las Fiestas de Nuestra Madre, la Virgen, como es la “Fiesta de la Asunción a los Cielos”, Fiesta de Glorificación, de quien desde la humildad de una “esclava” aceptó el reto del más grande acontecimiento que jamás haya sucedido en la Historia de la Salvación: LA MATERNIDAD DEL HIJO DE DIOS.
Te cuento, a ti que estás leyendo estas líneas el mismo 15 de agosto y yo lo estoy mandando a Lima con unos días de antelación, que recuerdo nítidamente cómo fueron en mis años de niño y de adolescente, ir a un pueblo que está a dos kilómetros del mío cuyo nombre es Llamas de la Ribera, en donde se celebraba solemnemente la “Fiesta de la Virgen”. Si bien es verdad que siendo niño y acompañado de mis amigos del pueblo, no teníamos en mente el alcance de esta Fiesta, sin embargo la recuerdo con gran afecto, ya que tanto la Misa Solemne como la Procesión posterior con la imagen de la Virgen por el pueblo son, para mí, momentos imborrables.
Conocer mi fe a lo largo de los años me ha llevado a relacionarme con profesores, tratados, ponencias... cuya brillantez es indudable para acercarme a los puntos básicos que configuran el misterio de nuestra fe; no obstante son esos pequeños gestos vividos de niño, esas misas solemnes y procesiones cuyo fervor se dibujaba claramente en el rostro de aquellos que, para mí, eran “la gente mayor del pueblo”, pero que representan el fundamento vivencial de mi fe.
Yo sé que estás esperando que te cuente cómo nos fue a mis sobrinos y a mí en la visita que hicimos durante la noche del día pasado a la Catedral de León, pero no te preocupes porque conociendo el afecto que me tienes y sabiendo, también, que nuestros encuentros dominicales en esta columna son fieles, sabes muy bien que en cualquier momento te seguiré relatando esa y otras experiencias que estoy viviendo durante este mes de agosto, aquí en el pueblo que me vio nacer.
Pero no podía dejar pasar una fecha tan representativa para la Iglesia como es la del 15 de agosto, que nos lleva directamente a entender que la Glorificación en la experiencia cristiana nace en la libre aceptación de vivir a Cristo en nuestras vidas, al mismo tiempo que se va construyendo un camino muchas veces cargados de sinsabores y no exento de dolor e ingratitud, pero desde la fidelidad y la perseverancia, muletas imprescindibles en este caminar nos llevarán a la Glorificación al igual que aquella que hoy celebramos de Nuestra Madre, la Virgen María.
El próximo domingo te espero en este lugar y te agradezco desde ya el haber compartido conmigo este momento.
¡Que Dios nos bendiga!

No hay comentarios:

Publicar un comentario