Hola... Tres son las semanas que han transcurrido donde, con la gracia de Dios y la compañía de mi familia, estoy disfrutando de estos apacibles días a la orilla del Río Órbigo que con sus cristalinas aguas riega la fértil ribera que lleva su nombre. Uno de los productos que más se cultiva es el lúpulo y además hay una abundante ganadería.
Hace unos domingos te comenté que, acompañado de mis sobrinos Pablo y Patricia, fuimos, en la noche, a ver la Catedral de León iluminada, pero con unas características extraordinariamente bellas.
Te cuento: Eran alrededor de las doce de la noche cuando, acompañado de un ingente número de personas, ingresamos a la plaza de la Catedral; ésta se ve imponente, piedra y vitrales en una sinfonía de belleza. El conjunto de luces externas matizan la hermosura de su construcción; al mismo tiempo que los colores de la piedra contrastan con los colores de los vitrales. A las doce de la noche en punto, todas las luces exteriores se apagan, al igual que las luces de los edificios circundantes: Palacio Episcopal, Seminario Mayor y tiendas varias que circundan la plaza. Unas farolas que están en el centro son las únicas que quedan encendidas y una suave música gregoriana inunda el ambiente. El silencio es cuasi sepulcral. En el interior de la Catedral se distinguen unos destellos de luz que paulatinamente van adquiriendo un hermoso brillo. Aquello parece un encantamiento, la luz, la música, el silencio, la noche, la multitud... Para todas las edades el espectáculo es admirable, niños, adolescentes y jóvenes, maduros y ancianos; no existe edad para poder disfrutar de esos momentos mágicos.
Ciertamente uno sabe que es la Catedral de León, pero en ese instante de total luminosidad interior, cualquiera podría pensar que algo del más allá se ha colocado delante de nuestros ojos para que su imagen quede imborrable en el tiempo y, por supuesto, para la eternidad.
Es cierto que muchas veces nos ha sucedido que hemos visto maravillas de la naturaleza, pero por ser tantas veces repetidas posiblemente hayan fugado de nuestro recuerdo; sin embargo, lo que acabo de contarte no es sino una gota de agua en el océano de belleza que allí puedes vivir.
En esta semana estoy partiendo para la ciudad de Vigo, la cual se encuentra ubicada a muy pocos kilómetros de la ciudad de Santiago de Compostela; es por ello que nuestra crónica nacerá en las entrañas del Año Santo Compostelano.
Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!
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