Hola... La semana pasada nos quedábamos a las puertas de la Catedral de Santiago de Compostela, en la inmensa plaza llamada “Plaza del Obradoiro”. En ella a cualquier hora del día y de la noche podemos encontrar a cientos de peregrinos, venidos de todo el mundo, recorriendo el Camino de Santiago.
El domingo pasado te conté que había recorrido con mi familia los últimos metros que transcurren por la ciudad de Santiago, antes de llegar a la Plaza del Obradoiro e ingresar al templo. Al conversar con los peregrinos, sentado en la escalinata que da acceso a la puerta principal, pude conversar con un anciano lugareño por un largo rato, quien me contó muchas de las historias y anécdotas que constituyen por sí mismas un inmenso testimonio de una de las realidades de fe más palpable de la historia de nuestra Iglesia.
Le pregunté al lugareño cuál es la historia de aquellos lugares santos y me comentó que los discípulos del Apóstol Santiago, quienes habían traído su cuerpo hasta ese lugar, pidieron a la señora Lupa -que habitaba en Castro Lupario, a dos leguas de Iría- terrenos para enterrar el cuerpo del Apóstol. Ésta les autorizó que en sus tierras del Monte Illicino, hoy “Picosagro”, recogieran lo que fuera útil para darle sepultura al santo.
El anciano también me dijo que aquel sitio quedó olvidado por cerca de 800 años y cuentan que un anacoreta -que decía Misa a los 200 moradores de la Iglesia de San Fiz de Solovio- vio, en noches sucesivas, una estrella alumbrando persistentemente sobre un alto roble que se erguía enhiesto en medio del monte, oyendo al mismo tiempo armonías sobrenaturales. Notificado el suceso al Obispo de Iría, a cuya Diócesis pertenecía el lugar, quiso comprobar el prodigio por sí mismo y se dirigió prestamente al sitio, acompañado de mucha gente. Esto ocurría, según los historiadores, un 25 de julio del año 813; el Obispo se llamaba Teodomiro.
Tantos fueron los prodigios atribuidos al Apóstol Santiago, que los pueblos de Europa tenían a honra el poder ir a postrarse en la Basílica Compostelana. Todo Europa miraba a Santiago de Compostela, no sólo como centro de cultura, sino, lo más importante, como centro de religiosidad.
Para la historia de este lugar, debemos reconocer la fuerza que le dio el Papa León III, quien confirmó el hallazgo de los restos del Apóstol Santiago y pidió a los Obispos del mundo que, acompañados de sus feligreses, se dirigieran a este lugar.
Entre los grandes Santos que nos relata la historia que llegaron a Santiago de Compostela está San Francisco de Asís, quien, incluso, fundó una Iglesia y un Monasterio en esta ciudad.
Muchas cosas más me contó aquel anciano, pero por el espacio nos remitiremos hasta la próxima semana.
Te recuerdo nuestra particular peregrinación al Divino Niño (Colombia) y a la Virgen de Guadalupe (México), llamando a estos teléfonos: 444-9393 y 717-5555.
Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!
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