Hola... Una de las ventajas que tiene la mudanza es el reencuentro que sucede con aquellos “viejos amigos” que, por las vicisitudes de la vida, quedaron arrinconados en algún mueble de tu sala. El caso es que, sentado en la silla de mi oficina, observaba el bello jardín que puedo disfrutar desde este lugar y sobre mi escritorio se encontraba el libro de un viejo amigo que falleciera hace años, tras un accidente de carretera, cuando se dirigía con alimentos y ropa para ayudar a los damnificados del Sur.
El libro del Hno. Julio Corazao me hizo compartir esta historia que él hace años escribiera:
“Nos cuenta que fue a una reunión social en la cual un grupo de señoras conversaban acerca de las bondades y bellezas del jardín de la casa. La dueña indicaba que, realmente, su jardinero era un artista. Yo, dice Julio, movido por la curiosidad fui a ver el jardín y pude constatar que es uno de los jardines más bellos que he visto en mi vida. Regresando al grupo de señoras, les escuché comentar de los jardineros que cada una de ellas tenía en su casa. A los pocos días decidí regresar al jardín de la dueña para, personalmente, conocer al jardinero. Era un jueves y allí estaba cuidando con delicadeza y maestría su jardín.
Me comentó que, desde niño, había aprendido el oficio de jardinero, de su padre y de su abuelo, y que realmente su vida era la jardinería.
Después de un largo rato de conversación, a la vez que él continuaba en su trabajo, me dijo que, por hoy, había terminado y que regresaba a su casa. Me ofrecí -dice el Hno. Julio- llevarlo a su casa; me dijo que vivía en un pueblo joven y hasta ese lugar llegamos. ¡No podía creerlo! El jardinero viviendo en un arenal, el enamorado de las plantas rodeado de arena y tierra, el artista del jardín viviendo en una casa de esteras y cartones.
El jardinero manifestó: La señora siempre me habla de plantas y de flores, sobre el jardín y los árboles, pero nunca me ha preguntado sobre mí y mi familia. A sus amigas siempre les muestra el jardín, pero nunca le ha mostrado a alguno de mis hijos, porque ni siquiera sabe que existen. Todas me dicen que soy un artista; sin embargo, vi a la señora pagar por un cuadro y, al mismo tiempo, pude comprobar que esa cantidad significaría mi sueldo de cuarenta años. Por ello, es difícil entender que yo sea un artista”.
Yo pensaba, viendo el entorno: ¡Cuán hermoso era el jardín...! y ¡cuán pobre era el jardinero...!
Dejé el libro del Hno. Julio sobre el escritorio, observé detenidamente el hermoso jardín que tengo ante mis ojos y, una vez más, comprobé que si el jardín es bello, más bella es el alma del jardinero que sabe transmitir en su obra la belleza que lleva en su interior.
Gracias por llegar hasta aquí. ¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!
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