Hola... Lo que a continuación vas a leer es la carta que una niña de nueve años le escribió a su mamá para que en su viaje de regreso de Lima a Milán la leyera, justamente en el momento en que el avión sobrevolase el Océano Atlántico. Dice así:
“Mami, me lo prometiste antes de salir de Lima. Sé que lo estás cumpliendo porque en este instante el avión que te lleva a Italia está sobrevolando el Océano Atlántico. Creo que es de noche y me imagino que las luces del avión están casi todas ellas apagadas e, incluso, las ventanillas están cerradas; por ello, te pediría que antes de dormirte, abras la ventanilla del avión para que, a través de ella, puedas ver el cielo iluminado y piensa que yo soy la estrella más luminosa.
Ahora mismo, aquí en mi camita en tu casa de Lima, aún no puedo dormir porque me imagino que tú seguirás pensando lo que me dijiste esta mañana, cuando salí rumbo al colegio, tú me abrazaste y te vi llorar. Junto a la maleta que estabas preparando pude ver mis fotos. No se me ha olvidado que me dijiste con mucha pena que lo que más sentías de todo es que te estabas perdiendo mi infancia.
Es cierto, mamá, que cuando te fuiste la primera vez, hace tres años, apenas yo tenía seis; claro que me daba cuenta, pero ahora tengo nueve y muchas noches lloro porque siento que me falta aquello que mis amiguitas del colegio me cuentan: Cómo sus mamás curan sus heridas, las cuidan cuando están enfermas, les preparan una rica comida, ven juntas la tele, les ayudan a hacer las tareas, le compran la ropa, salen a pasear... Yo las escucho y pienso que te tengo a ti, pero como estás tan lejos, nada de eso podemos hacer. Lo que más siento y me duele es que no puedo abrazar a mi mamá. Te entiendo, es tu profesión, estudiaste para eso y escuché cuando le hablabas a mi papi y le decías que aquí no tenías futuro para realizarte como profesional, pero la verdad es que te prefiero como MAMÁ. Quiero que sepas que agradezco tu esfuerzo, sobre todo pienso que tú estás sufriendo más que yo y eso a mí también me entristece.
Sé que un día seré como tú y, además, pensaré como tú piensas y querré a mis hijos como tú me quieres, pero no sé si podría irme a otro lugar que no sea aquel en el que estén tus nietos...”.
Por supuesto que esta carta es mucho más larga y simplemente me he permitido transcribirla, porque a veces algunas cosas es preferible escucharla de un desconocido, quizá porque duelen menos, pero no por ello dejará de ser tan verdad. Y una de esas verdades es que te pierdas VER CRECER A TUS HIJOS.
Hoy, más que nunca, te agradezco que hayas llegado hasta aquí.
¡Hasta la próxima semana! ¡Que Dios nos bendiga!
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