Hola,... Hoy me provocó contarte una historia -que me la contó un amigo- de esas que, al escucharlas, te dejan un buen sabor de reflexión.
Un día salí de mi casa a correr y me dio el alcance un viejo amigo que hacía tiempo no nos veíamos y, como tales -amigos y viejos-, tuvimos necesidad de sentarnos en el grass de un parquecito. ¡Qué rico! Y, como el cuerpo ya no nos daba para continuar el trote, nos pusimos a charlar de la vida y otras cosas.
Me contó esta historia:
“Un día, hace ya muchos años, llegó a la ciudad un cantor famoso, estaba catalogado como la mejor voz del mundo. Los entendidos hablaban de la voz más perfecta creada sobre la faz de la tierra y colocada en un ser humano.
Eran aquellos buenos tiempos de las grandes temporadas de la ópera. Todo el pueblo corrió, llenando la sala en la cual se presentaba dicho cantante.
Una voz capaz de hacer temblar la catedral, la municipalidad y todo el centro de la ciudad.
La gente, como era de esperar, quedó electrizada, con la boca abierta; aquello era diferente, aquello era lo nunca visto, lo nunca antes oído. Cierran el telón y la gente continúa aplaudiendo.
Cuando el famoso cantor salió del escenario y se dirigía hacia el camerino, le abordó una persona que, después de saludarle efusivamente y sinceramente, le preguntó:
-¿Quién le dio esa voz tan extraordinaria, tan fuera de serie?
-El mar de donde vengo, fue la respuesta.
El hombre quedó sin entender mucho, a lo que el cantante le dijo:
-Durante años entrené mis cuerdas vocales haciendo ejercicios junto al mar. Muchas veces caminaba en silencio recorriendo kilómetros y kilómetros de arena, en momentos en los que el mar estaba bajo, al atardecer. El silencio del océano ayuda. Contemplando el ir y venir de las olas incansables aprendí a ser PERSEVERANTE. Consolidé la resistencia de mis pulmones buscando sobreponer mi voz al ruido del oleaje. De este diálogo con el mar, de este convite diario con la naturaleza, nacieron la resistencia de mi voz, mi amor por la música, mi vocación de cantor. Ese es mi pequeño gran secreto.
Hasta aquí me contó mi amigo la historia.
-Pablo, ¿qué te parece? -me preguntó-.
Yo le contesté:
-Creo que tu historia tiene que ver con lo que nos está pasando a muchos de nosotros; necesitamos tener presente la palabra PERSEVERANCIA, y esto para demostrarnos y demostrarles a los demás que estamos por encima de las dificultades que nos rodean, comenzando por los problemas que viven y anidan dentro de cada uno.
Mi amigo me dijo:
-Permíteme sugerirte algo: Dale a tu vida fuerza de voluntad, lucidez de objetivos, optimismo y, sobre todo, el contacto íntimo con Dios, océano de bondad, de silencio, de misericordia y de amor sin límites”.
Dale a tu vida momentos de oración, el alimento de cada día, y sentirás la paz y la fuerza de Dios contra las asechanzas de los peligros de la vida.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana ¡Que Dios nos bendiga!
Un día salí de mi casa a correr y me dio el alcance un viejo amigo que hacía tiempo no nos veíamos y, como tales -amigos y viejos-, tuvimos necesidad de sentarnos en el grass de un parquecito. ¡Qué rico! Y, como el cuerpo ya no nos daba para continuar el trote, nos pusimos a charlar de la vida y otras cosas.
Me contó esta historia:
“Un día, hace ya muchos años, llegó a la ciudad un cantor famoso, estaba catalogado como la mejor voz del mundo. Los entendidos hablaban de la voz más perfecta creada sobre la faz de la tierra y colocada en un ser humano.
Eran aquellos buenos tiempos de las grandes temporadas de la ópera. Todo el pueblo corrió, llenando la sala en la cual se presentaba dicho cantante.
Una voz capaz de hacer temblar la catedral, la municipalidad y todo el centro de la ciudad.
La gente, como era de esperar, quedó electrizada, con la boca abierta; aquello era diferente, aquello era lo nunca visto, lo nunca antes oído. Cierran el telón y la gente continúa aplaudiendo.
Cuando el famoso cantor salió del escenario y se dirigía hacia el camerino, le abordó una persona que, después de saludarle efusivamente y sinceramente, le preguntó:
-¿Quién le dio esa voz tan extraordinaria, tan fuera de serie?
-El mar de donde vengo, fue la respuesta.
El hombre quedó sin entender mucho, a lo que el cantante le dijo:
-Durante años entrené mis cuerdas vocales haciendo ejercicios junto al mar. Muchas veces caminaba en silencio recorriendo kilómetros y kilómetros de arena, en momentos en los que el mar estaba bajo, al atardecer. El silencio del océano ayuda. Contemplando el ir y venir de las olas incansables aprendí a ser PERSEVERANTE. Consolidé la resistencia de mis pulmones buscando sobreponer mi voz al ruido del oleaje. De este diálogo con el mar, de este convite diario con la naturaleza, nacieron la resistencia de mi voz, mi amor por la música, mi vocación de cantor. Ese es mi pequeño gran secreto.
Hasta aquí me contó mi amigo la historia.
-Pablo, ¿qué te parece? -me preguntó-.
Yo le contesté:
-Creo que tu historia tiene que ver con lo que nos está pasando a muchos de nosotros; necesitamos tener presente la palabra PERSEVERANCIA, y esto para demostrarnos y demostrarles a los demás que estamos por encima de las dificultades que nos rodean, comenzando por los problemas que viven y anidan dentro de cada uno.
Mi amigo me dijo:
-Permíteme sugerirte algo: Dale a tu vida fuerza de voluntad, lucidez de objetivos, optimismo y, sobre todo, el contacto íntimo con Dios, océano de bondad, de silencio, de misericordia y de amor sin límites”.
Dale a tu vida momentos de oración, el alimento de cada día, y sentirás la paz y la fuerza de Dios contra las asechanzas de los peligros de la vida.
Gracias por llegar hasta aquí. Hasta la próxima semana ¡Que Dios nos bendiga!
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